AJEDREZ
Desde la ventanilla del Boeing 787 comenzaban a aparecer algunos edificios de Lima. El vuelo desde Arequipa fue breve y Silvana, que apoyaba su cabeza sobre el hombro de Víctor le enumeraba por segunda vez casi susurrando el plan de actividades que tendrían que hacer para aprovechar los dos días en la capital.
—Apenas bajemos, nos vamos en taxi al hotel. — dijo casi bostezando y estirando los brazos. —Desayunamos, dejamos las cosas y usamos tu agenda. ¿Te parece? — lo decía mientras la peinaba con la mano. Apenas terminó de decirlo cerró los ojos esperando el leve golpe del aterrizaje cuando escuchó la voz inconfundible de Milena, su esposa.
Sin llamar la atención de Silvana ladeo la cabeza para buscar de qué asiento provenía esa voz. Por fin la identificó y se levantó un poco con la excusa de acomodarse pero el cinturón lo regresó violentamente. Silvana le sujetó la mano y lo volvió a apresar tiernamente mientras sonreía. ¡Es ella!, pero… ¿con quién habla?, ¿si me dijo que se iba a quedar?, ¿se enteró?, ¿me habrá visto?, Miguelito de mierda, seguro te fuiste corriendo a decirle. ¡Maricón de mierda! ¡Pero yo le dije que la boda del colega era en Piura! ¿y ahora?, ¿cómo la boto? ¡No!, ¡Piensa!, ¡Por algo eres ingeniero huevón!, ¡Ya está! me meto al baño y espero a que todos se bajen. ¡Bicicleta es bicicleta!, ¡A todos nos pasa! ¡Listo!, luego salgo sonriendo con mi cara de huevoncito pidiendo disculpas! ¡Tranquilo, huevón!, ¡Te paras a la una, a las dos…!
— Tengo que ir al baño, de pronto me ha comenzado a doler el estómago —balbuceó un poco arrugando el rostro.
— Pero ya estamos por aterrizar, amor. Espérate un ratito. —Respondió mientras intentaba regresarlo a su asiento.
— ¡Ya vuelvo! — su respuesta fue más contundente y hasta desafiante e hizo que Silvana lo soltase por entero y lo mirará algo preocupada mientras se desabrochaba.
Apenas se puso de pie las dos aeromozas al unísono señalaron y siguieron a Víctor con la mirada. Ambas se miraron por un instante y recordando los protocolos la más joven tomó la iniciativa y se desabrochó de su pequeño asiento plegable. Se puso de pie y manteniendo una sonrisa plástica engalanada con ese hermosa cabellera rubia avanzó ligera hasta alcanzarlo mientras Víctor avanzaba torpe sin mirar atrás.
— Señor, disculpe, estamos por aterrizar y el acceso a los servicios higiénicos está prohibido. —Insistió casi al punto de tocar su hombro —Señor, está prohibido, por favor, regrese. ¡Señor!
Víctor alargó el brazo para abrir la puerta e inmediatamente se encerró en ese cubículo. Apenas cerró salió una frase en tono de disculpa: ¡Es urgente! ¡No aguanto! Y para aumentar el dramatismo soltó un gas tan largo y ruidoso que hizo que la rubia retrocediera como si no existiese puerta de por medio.
— ¿Qué pasó al fondo? — dijo Milena segundos después de ver desfilar las piernas de la rubia azafata. —Seguro un viejito que se le subió la presión, ¿no?
—No. Es una pata que se metió al baño y…—en ese momento, los trenes de aterrizaje del avión tocaron tierra y se sintió un golpe ligero hacia adelante. —Nada. Ya fue —concluyó Miguelito mientras la acercaba para continuar besándola. Esta vez sin manosearla para que no vuelva a alzar la voz.
— ¡Sabes qué, yo también quiero ir al baño! ¿Crees que se pueda ahorita mientras todos bajan? — ¡Me orino! —agregó molesta. Se desabrochó y avanzó en la misma dirección que minutos antes hizo Víctor.
— ¿Se podrá usar los servicios? —le preguntó a la rubia azafata que ahora miraba la puerta como si sus ojos tuvieran rayos X.
—Hay un caballero dentro —respondió olvidando su sonrisa de protocolo. —Creo que está muy mal —agregó preocupada y buscando la mirada de su otra compañera. —Hágame un favor, tengo que avisarle a mi partner podría…
—Soy enfermera. Si está grave me das tu botiquín y lo estabilizo ahorita.
—No hace falta, el caballero es mi novio y soy doctora. —la voz salió detrás de ambas y miraron a Silvana que ahora miraba a la puerta del baño.
La joven avanzó delicada entre las dos mujeres para acercar el oído a la puerta y tocó despacio — ¡Víctor!, ¡soy Silvana!, ¿Estás bien?
— ¿Qué ha pasado? —preguntó con señas Miguelito acercándose preocupado hacia Milena. — ¿No se puede entrar, mi amor? —agregó relajado.
— Es el novio de la señorita, Miguel. Parece que está mal y no habla.
— Señorita, ¿tiene llave o acceso a la puerta? —preguntó Milena a la azafata que ahora venía acompañada. —Esto ya es una emergencia y si es grave el paciente puede desmayarse. —agregó la esposa.
— ¿Le dijo algo antes de entrar? —agregó Silvana con un tono más profesional.
— Sí, dijo que no aguantaba y cuando le vi la cara estaba pálido y sudando. —respondió la rubia.
— Intoxicación —respondieron amante y esposa a la vez con un gesto preocupado.
— ¡Deme la llave! —ordenó Silvana.
— ¡Ya salgooo! —la respuesta salió desde dentro con una voz cavernosa.
— ¡Ahí está! —agrego Miguelito sonriendo. —¡Vamos, Milena! —agregó extendiéndole la mano.
— Quiero que me ayude el caballero. Es que es cosa de hombres —agregó la voz cavernosa. — ¡Estoy bien! Solo necesito que me ayude con algo, por favor no vayan a mirar porque no estoy decente.
Las cuatro mujeres miraron a Miguelito, le dieron espacio para que pueda abrir la puerta y obedientes miraron hacia un lado. La puerta se abrió ligeramente y apenas Miguelito reconoció a Víctor este muy serio le estiró el brazo con una tarjetita con algo escrito mientras con la otra mano le hizo una seña de silencio. Apenas Miguelito terminó de leer se la pidió de nuevo y cerró. A los minutos, bajaban del avión muy acaramelados Miguelito y Milena; después y acompañados de las aeromozas Víctor y Silvana dándose piquitos. Mientras las parejas se alejaban una tarjetita quedó abandonada en el piso del baño que decía: “Te la presto si te vas”
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