CIELO VACÍO




Miraba hacia arriba desde una amplia ventana de un departamento modesto y como todas las mañanas hacia el este. No le interesaba el romanticismo de la salida del sol, ni estiraba los brazos, ni sonreía. Solo se preguntaba cuando comenzarían los sonidos cotidianos: el sonido cambiante que marcaban los baches por donde pasaban las ruedas de triciclos recicladores comenzaban una orquesta que luego era seguida por tacos apurados, quejumbrosas rejas oxidadas y algunos motores casi silenciosos, que parecían misericordiosos al sueño del vecindario, iniciaban el significado del día viernes: Fin del trabajo para iniciar otro masculló. Tomó un desayuno ligero, mientras miraba las noticias sobre asaltos a mano armada, denuncias por violencia de género y más fallecidos por el coronavirus en China. No se asombraba. Estaba entrenado para el morbo, la alharaca y las recomendaciones de los presentadores entrenados para decir que se debe entregar hasta el alma al delincuente y cerrar los ojos. Tenía 30 minutos de adelanto al trabajo. Así que decidió sentarse en el sillón para ordenar sus ideas. De esta manera, mientras pensaba en el menú de hoy, el aroma del cabello y la blusa blanca de la chica que le gustaba, la curación del dolor de hombro que se ganó por ayudar a otra chica al levantar su bicicleta y subirla al quinto piso, y las cuentas que debería cancelar más tarde por invitar como loco con tarjetas de crédito le hizo bajar la cabeza acompañado de un suspiro. Miró otra vez por la ventana y comenzó a buscar una escena pasada en qué reconfortarse hasta que de pronto comenzó a recordar algo que le dibujo una línea en los labios.  

En un parpadeo, recordó la prensa los 90. Exactamente, mayo de 1995, cuando el noticiero del canal 4 interrumpió la transmisión del Chavo y luego de una secuencia torpe de susurros los presentadores solo dijeron que había un video en exclusiva. Era un video en blanco y negro, las imágenes que se proyectaban no eran fijas pues usaron una cámara de mano y el ambiente parecía vacío. Inicialmente, el silencio del narrador era suplantado por el sonido del carrete que creaba un zumbido parecido al ronroneo de un gato. De pronto, aparece una mesa metálica donde se hallaba un extraterrestre gris, delgado y pequeño. Muy parecido a los humanos por la forma y tamaño. Su gran defecto era el rostro y una barriga que formaba una especie de embarazo de 6 meses. Su piel era lisa y algo grisácea. Las piernas eran algo torcidas, pero lo que llamó su atención era el muslo derecho que estaba abierto como una boca mostrando las carnes y nervios.

Le hizo recordar el accidente de su primo Pablo que en el año nuevo del 94 salió borracho al parque para exigir a los niños que revienten unas bombardas con forma de misiles enormes. Como su auditorio eran niños de 8 a 10 años decidió arrancharse el cigarrillo que apretaba en su boca y encendió el más grande; inmediatamente, extendiendo el brazo izquierdo y volteó la mirada violentamente esperando que la mecha encienda el cohete. Efectivamente encendió, pero no despego pues todo el fuego mezclado con chispas amarillentas arrojó toda su furia en la muñeca del primo y al soltarla cayó sobre su muslo y en segundos le quemó la pierna pues el malvado misil seguía vomitando fuego con toda la pólvora de su vientre. Luego se escucharon una serie de frases mezcladas como: ¡corre! ¡Pablito!, ¡Pablo!, ¡mi chinito!, ¡mierda!, ¡ay mamacita!, ¡conchesumare!, ¡ay Jesús!, ¡ambulancia!, ¡traigan taxi!, ¡se pasó este huevón!, ¡levántalo!, ¡déjalo!, ¡no lo toques!, ¡cárgalo!, ¡suéltalo! Las voces eran entremezcladas con tonos diversos desde el llanto hasta el grito enérgico. Luego, el olor fue terrible: era una mezcla de pólvora quemada con carne chamuscada. Entre el círculo de indecisos que se hizo apareció una luz donde los niños aprovecharon para mirar. Estaba desmayado. Del lado derecho de su cabeza sus cabellos arrojaban finas líneas de humo y se le había enredado. Su rostro estaba sucio y las heridas de las quemaduras de las chispas le dibujaban líneas rojas en a cara. Su brazo izquierdo estaba negro, la sangre era oscura y brillaba, pero no destilaba chorros. Finalmente, el pantalón había desaparecido y se había resumido en una correa con un poco de tela que junto a los calzoncillos tapaba algo de sus genitales. La pierna derecha estaba oscura y tenía líneas donde comenzaba a manar sangre de diversas partes; sin embargo, la parte más comprometida de su cuerpo fue la pierna izquierda. Parecía un pedazo de carbón, olía terrible, no había sangre en ese momento, pero cuando la luz del poste comenzó a iluminarla comenzaron a aparecer pequeñas gotitas que se mezclaban con el color negruzco, parecía que alguien puso un pedazo de carbón quemado en vez de pierna pues su volumen no era la misma que la otra. Inmediatamente se cerró el círculo y los adultos lo levantaron con una manta y lo llevaron en el auto de un vecino. En un parpadeo volvió a mirar la pierna del extraterrestre y no era tan grave como el recuerdo anterior, pero la herida abierta que casi cubría todo el muslo era terrible y profunda.

El extraterrestre estaba en un quirófano y aparecieron dos hombres con trajes blancos de aislamiento cubiertos totalmente de plástico y con instrumentos de cirugía en las manos. Era evidente: se trataba de una autopsia pues no había signos de respiración o movimientos por ningún lado. Solo al relacionar las palabras noticiero-extraterrestre- dejo salir su primer comentario:

– ¡Conchasumare! – lo dijo lentamente, cual si fuera la final de un concurso de silabeo.

Aún no recuerda si lo dijo o lo pensó en ese momento. Soltó la galleta de soda y cayó dentro del vaso de agua de manzana. Reunió a los familiares que pudo a la sala, incluso pensó en salir a la calle a avisar que estaban operando a un marciano y capaz nunca más vuelven a ver eso en su vida. Cuando regresó transcurrían las imágenes que de cuando en cuando se desenfocaban del marciano panzón con los músculos flácidos y con la boca abierta creando una mezcla de gestos de asombro y tristeza a la vez. Un rostro tan similar como si el jubilado más ahorrador hallará su cuenta bancaria en cero en su primer mes de cobranza.

Mientras se sentaba despacio recordó que en su experiencia de series de televisión había varios tipos de extraterrestres: Unos más hermosos que los propios humanos; otros, más parecidos a reptiles tragadores de pericotes; y otros horribles sin piel y mostrando músculos y carnes que formaban líneas geométricas similares a la de los maorí en Nueva Zelanda. Finalmente, la prueba de su existencia se mostraba en una fría mesa pulida de acero. Sus familiares observan preocupados y poco convencidos:

– ¡Ese es un muñeco! ¡No es real! – dijo Miguel cruzando los brazos y algo quejumbroso. – Es una estrategia de los Estados Unidos para empoderarse ante el mundo y atacar sistemática y políticamente a Rusia y hundirla más. Lo decía mientras fruncía el rostro por la colera. -Ese muñeco no sangr…- cerró la boca hasta que le pasaron un bisturí al marciano por el cuello y comenzaron a salir unas gotitas.

– ¡Eso seguro te lo dijo tu profesor terruco de historia! ¡Ya me tienes podrida con el imperialismo y que de Estados Unidos vienen cereales importados con bacterias para exterminar a toda Latinoamérica! – contestó irritada Paola, la hermana mayor, mientras desocupaba sus manos de los ruleros de plástico y puso la mezcla de palta con pepinos sobre el piso. – ¡Ahora en la noche llegan todas sus naves y nos invaden! Es que hay que ser bien idiotas para pasarlo por televisión. ¡Acaso creen que los marcianos no lo van a ver!

– Entonces… ¿hoy día nos matan a todos? dijo el niño preocupado y algo tembloroso.

– ¡Ah no! ¡A nosotros no! – respondió Paola dándose cuenta de su error y simulando estar más relajada. – ¿Tú sabes lo que le harían a un marciano por el barrio? Solo la vecina viejita del costado los mataría como Caín a puros piedrones. Además, a qué van va a venir a San Martín. ¡Qué se lleven al alcalde! …no…  Mejor, no porque ese es más meloso para hablar… capaz termina elegido por allá y les vende naves de cartón y plástico pintadas de dorado a los marcianitos, ¡Mejor qué se lleven a los Retamozo y les metan un paraguas por detrás y lo abran, bola de choros que malogran el barrio! Solo al terminar el niño sonreía más calmado y volvió la mirada a la pantalla.

– Esto es serio y va a tener una trascendencia mundial. Además, los marcianos pueden traer un cambio radical a la civilización humana. ¡Traerían paz, tecnología y…! – decía José, uno de los primos mayores mientras cerraba los ojos buscando la palabra que se le escapaba.

– ¡Jaaa! tecnología y trabajo! Huevón. Ya vino uno en el 91 y yo sigo usando el mismo calzoncillo. Dijo Miguel mientras apretaba una almohada y se ponía cada vez más ansioso de descubrir alguna señal de que eso era falso.

-Tal vez, si sea. Hay que rezar y encomendarse a Dios para que no pase nada. Mencionó el abuelo que fue interrumpido de leer su periódico

-¿Papa lindo también es marciano? – dijo el niño mirando de reojo.-¡No!, él es igualito que nosotros nos ha hecho a su imagen y semejanza.-

¿Y quién hizo al marciano? Preguntó mientras buscaba similitudes en la pantalla del televisor.

El abuelo se incomodó haciendo un sonido de queja como un relincho y todos los de sala sabían que esa conversación debía parar de alguna forma. Aprovechando el silencio se escuchó una voz algo cavernosa que salía de la cocina.

-Seguro lo han atropellado en la Panamericana Norte o por Yerbateros ahí siempre atropellan gente. ¡Pobrecito! Decía la abuela mientras ponía los ojos cada vez más chinos para reconocer a la víctima pues pensaba que el estado del marciano había sido por el accidente que tuvo al viajar en combis. Lo decía desde una ventanita alejada que conectaba la sala con la cocina. Una vez convencida de que no era un vecino o pariente sentenció algo enérgica. – ¡Está mal que lo pongan calato!, ¡pobre su familia! ¡Cambia de canal! Pon La reina de la chatarra.

En ese momento, todo lo que siempre se sospechaba y que nadie se arriesgaba a afirmar sucedía. Después de unos minutos, los sujetos con trajes NBQ le abrieron todo el abdomen y pecho al marciano y su piel se abrió como el cierre abierto de un bolso grande. Luego, cogieron una delgada sierra y cortando suavemente lograron destapar el cráneo. Era un cerebro grande y brilloso. El abuelo no soportó más y giró la perilla para apagarla. Todos lo querían detener, pero se plantó fuerte y dijo: -lo que vaya a suceder más tarde o mañana que sea así; pero no tenemos que estar viendo todo eso. ¡Suficiente con que se murió el marciano y ya sabemos que existen yo no quiero saber que más le van a sacar… al pobre! – dudo un poco al buscar esa palabra al final, pero pensó que nadie se merecía eso. Ni siquiera un marciano que no era cristiano. Se puso un rato delante de la pantalla y todos los jóvenes desaparecieron a sus cuartos o la cocina para seguir la conversación. Solo la abuela había abierto la refrigeradora para comerse una gelatina con flan que había dejado en un pírex redondito. Todos los jóvenes al mirarla comer y tener el recuerdo fresco de la autopsia lo relacionaron con la escena canibalística más extrema y sanguinaria que una abuela de 82 año podría cometer. El espejismo terminó hasta que la abuela sonrió y les ofreció un poco. Ante el ofrecimiento, todos salieron en dirección a sus cuartos pues aún digerían lo que habían visto y lo que pasará después.         

Esa noche, al acabar el noticiero la programación se ajustó a su horario normal. Los comentaristas no tenían mucho que decir y los que estaban en la casa no sabían si hacer su equipaje o hacer una lista de las 10 cosas que debían hacer antes de morir. Su incertidumbre aumentaba conforme avanzaba la noche y no pasaba nada. Llegó la hora de dormir y todos se despidieron pidiendo no apagar las luces del pasadizo y dejar la llave sobre la mesa.-

A qué hora nos matan- pensó el niño- Seguro estos desgraciados están esperando a que estemos bien dormidos. En un rato abro los ojos y ya está el marciano en mi cuarto con sus brazos extendidos, otro en la sala con todos mis familiares tirados en el piso, y hasta otro dentro del baño sentado sobre la tapa del wáter esperando con los brazos abiertos para llevarme ¡Son bien pendejos! Eso último lo susurro con odio. Luego miró hacia el pateadero y observó al gato enrrollado. Sospechó de él. ¡Traidor! Seguro tú los ayudas y te has hecho al cojudo todo este tiempo. Tú nos entiendes y les soplas telepáticamente a los marcianos todo lo que hacemos. ¡Ya te he visto como nos miras con tu cara de cojudo cuando decimos algo importante!, ¡ya te jodiste tú y ese perro que mueve la cola cuando no decimos nada! Seguro también conversa con la mente y hasta los marcianos le cuentan chistes sobre lo babosos que somos al darte de comer y cuidarlo a pesar que les chismea todo de nosotros. -Mañana va a correr s…- dijo el niño antes de quedarse dormido.  

Sin embargo, al día siguiente todos fueron a la escuela, la maestra siguió con las divisiones y todo Lima se movía con todos sus engranajes sin detenerse a observar el cielo por si apareciese algún platillo volador. Solo unos niños que vieron el noticiero y comentaron en un círculo que si no había pasado nada sobre invasiones o ataques en venganza era porque los amigos del marciano lo consideraban tan idiota que lo dejaron porque no prendió su camuflaje óptico y lo vieron unos gringos y le dieron con todo. Otros decían que capaz el marcianito estaba viendo a la hermana de Quispe calata y en vez de acelerar frenó y se fue a pique; y otros más creyentes decían que el marciano venía de un combate estelar y su nave cayó en la tierra víctima de un ataque enemigo. Pero las conclusiones eran las mismas: el marciano era un huevón por distraído, por mañoso o por ser mal piloto. En esas ideas estaban cuando sonó el timbre del fin del recreo. En la tarde, dejó su mochila en el sillón y preguntó a los familiares si había alguna noticia del marciano. El abuelo que leía el diario respondió que mejor estudiase y se aprendiera de una vez las divisiones porque más tarde le iba a tomar examen oral. Efectivamente, los marcianos nunca llegaron al congreso de la avenida Abancay como él esperaba esa tarde, ni se llevaron a Susy Díaz como él esperaba. Comprendió que las cosas realmente sorprendentes no salían por canal 4. Esta apatía por los hechos del mundo lo llevó, cierta mañana a pensar, que la prensa en el Perú era como mirarle la cola a un perro: Todos saben qué cubre y por quién se mueve. Después de cenar y hacer las paces por las amenazas anteriores al gato y al perro decidió que no le importaba que lo espíen, pero ahora sí dejará sin seguro la puerta cuando se bañe. No vaya ser que comience una invasión y no quería que se lo lleven calato por toda la avenida hasta su nave. Qué iba a pensar Sandrita, su vecina.

Cuando regresó a la realidad miró el reloj de pared y habían pasado solo 15 minutos. Abrió más los ojos y miró por la ventana que el cielo estaba más celeste y claro. Algo molesto susurró – Ya me voy a morir y todavía no llegan. ¡Marcianos de mierda!

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